Hola a tots!!
Hui teniu ací un relat que a mí m'agrada molt.
És un passatge de la vida de Sant Francesc d'Assís, quan li explica a un dels seus germans quina és en esta vida la verdadera alegría i la perfecta felicitat.
Últimament una de les coses que més m'interessen és arribar a la manera de ser feliç en esta vida i no enfadar-me ni preocupar-me per res, passe el que passe. Encara que en la vida no ens passe el que volem. Hem de trobar la manera de estar bé igualment i ser feliços, i comprendre que en esta vida hi han més coses bones que roïnes, i que tot és del color del cristall en que ho mirem. Que moltes vegades que una cosa siga bona o mala ho imposem nosaltres amb la nostra ment. I que el nostre pensament té molta influència en com creem la nostra vida, si es positiu la vida serà positiva i si és negatiu, serà negativa.
I pensant en tot açò vaig recordar la ensenyança de Sant Francesc, de quina és la perfecta alegría. I vaig recordar quanta sabiduría s'amagava dins d'aquell homenet que passetjava per les terres d'Assís.
DE LA VERDADERA Y PERFECTA ALEGRÍA
El mismo fray Leonardo refirió allí mismo que cierto día el bienaventurado Francisco, en Santa María, llamó a fray León y le dijo:
«Hermano León, escribe».
El cual respondió: «Heme aquí preparado».
«Escribe –dijo– cuál es la verdadera alegría:
Viene un mensajero y dice que todos los maestros de París han ingresado en la Orden.
Escribe: No es la verdadera alegría.
Y que también, todos los prelados ultramontanos, arzobispos y obispos; y que también, el rey de Francia y el rey de Inglaterra.
Escribe: No es la verdadera alegría.
También, que mis frailes se fueron a los infieles y los convirtieron a todos a la fe; también, que tengo tanta gracia de Dios que sano a los enfermos y hago muchos milagros: Te digo que en todas estas cosas no está la verdadera alegría.
Pero ¿cuál es la verdadera alegría?
Vuelvo de Perusa y en una noche profunda llegó acá, y es el tiempo de un invierno de lodos y tan frío, que se forman canelones del agua fría congelada en las extremidades de la túnica, y hieren continuamente las piernas, y mana sangre de tales heridas. Y todo envuelto en lodo y frío y hielo, llego a la puerta, y, después de haber golpeado y llamado por largo tiempo, viene el hermano y pregunta: ¿Quién es? Yo respondo: El hermano Francisco. Y él dice: Vete; no es hora decente de andar de camino; no entrarás. E insistiendo yo de nuevo, me responde: Vete, tú eres un simple y un ignorante; ya no vienes con nosotros; nosotros somos tantos y tales, que no te necesitamos. Y yo de nuevo estoy de pie en la puerta y digo: Por amor de Dios recogedme esta noche. Y él responde: No lo haré. Vete al lugar de los Crucíferos y pide allí.
Te digo que si hubiere tenido paciencia y no me hubiere alterado, que en esto está la verdadera alegría y la verdadera virtud y la salvación del alma.»
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